“Crear,
y al crear ser creado” (Loureiro, int: 3)
GUSDORF
En este ensayo intentaré hacer un análisis sobre
la autobiografía de Miguel Cané basándome fundamentalmente en los hechos de
autoficción a partir del marco teórico y analizando también los hechos históricos
que llevaron a la misma; y responder al interrogante de si puede ser
considerada como novela.
En la década de 1880 era derecho de los patricios el
escribir su autobiografía. Eran la vida de estos lo suficientemente
interesantes como para ser contadas y al contarlas crearse a si mismos y de
esta manera inventarse. La autobiografía es pues parte la propia
invención y por lo tanto no puede ser corroborada y de esta manera, no
se puede distinguir lo real de la ficción.
Cané reconoce este grado de ficción en la
introducción de Juvenilia donde
plantea: “A veces me complazco en hacer biografías de fantasía para alguno de
mis condiscípulos, fundándome en las propiedades del carácter y sin saber si
aún existen. ¡Cuánta matemática, cuanta química y filosofía inútil!” (1993: 6).
Estas biografías son las historias de los fracasados, los que por alguna u otra
razón quedaron fuera del cuadro de honor de la patria, “el otro” muy presente
en la autobiografía de Cané.
Las autobiografías de los autores argentinos del
siglo XIX cumplieron la función de construir a los mismos como personajes
públicos, pero a diferencia de Sarmiento, Cané no necesitaba de la misma para
su carrera política, ni tampoco forjarse como mentor ideológico como lo haría
Alberdi. Cuando escribe Juvenilia
tenía treinta y un años y se encontraba cumpliendo funciones como ministro
plenipotenciario en Europa, y por lo tanto, no necesitaba de la invención, ya
que el personaje Cané ya existía. El propósito era re – crear a su propia clase
patricia a través del anecdotario infanto – juvenil de su estadía en el
Nacional Buenos Aires; que a través de su formación positivista (de la mano de
Amadée Jacques) le darían el sustento ideológico en su rol de clase dirigente
consistente en una educación que sirviera para mesura más que para el cambio
revolucionario, “Reformar lentamente, evitar las sacudidas de las innovaciones
bruscas e impremeditadas, conservar todo lo que no sea incompatible con las
exigencias del espíritu moderno; he aquí el único programa posible para los
americanos.” (Pezoni, 12- 1989: 21). Es parte de un artículo periodístico
escrito por Cané en “en viaje” de los años 1881 – 1882 deja muestra de su
pensamiento político conservador.
De la misma construcción quedaban exceptuados
aquellos condiscípulos que no formaban parte de la misma, es a ellos a los que
Cané les dedica parte de su ficción; de esta manera, los saca de oscuridad del
anonimato para llevarlos a la luz de su escrito. Sin embargo, esta revelación
es parcial ya que no recuerda sus nombres y apela solamente a nombrarlos o bien
por sus apodos “Binomio” o por su condición de vida “el bohemio” por lo que las
sombras siguieron sobre aquellos que no se unieron a su “marcha ascendente”
(Cané, intr., 1993, 9); en otras palabras, no tenían espacio en su memoria pues
no tenían espacio dentro de su clase.
Tras la caída de Rosas, contra quien su padre había
luchado, cambia el marco teórico en la Argentina del siglo XIX, si bien la autobiografía
continúa siendo el eje central de los escritos de la época y la construcción
del estado nación se había concretado, era necesario marcar el rumbo a seguir.
Los autores de la década del ’80, en su mayoría pertenecientes a las clases
acomodadas son autobiógrafos que utilizan una hibridez genérica donde la
autoficción se mezcla con lo real. Es cierto, en toda autobiografía existe un
grado de ficción pero como cité más arriba las escritas durante la primera
mitad del siglo eran constructivas (ya sea políticas o ideológicas) mientras
que las post – rosismo pueden considerarse constitutivas (de clase y proyecto
de país). Son bien distintos en su construcción los escritos autobiográficos
como Recuerdos de provincia o Mi vida privada que se pasa toda en la
República Argentina a los que nos proponen Juvenilia o Aguas Abajo.
Autoficción
y novela
Élida Lois en Autobiografía
y Autoficción en la escritura del último Alberdi sostiene con respeto a la
autoficción:
El término ‘autoficción’ designa
un tipo de ‘escritura del yo’ que se sitúa en las fronteras de la autobiografía
y se cuela por los intersticios de diferentes géneros discursivos, y convierte
realidades en ficción incorporando una estrategia de relaciones complejas entre
el autor real, autor implícito y narrador. (2010: 23).
Como el pasado del autobiógrafo no revela más que
una figura borrosa presente en el recuerdo, la reconstrucción del mismo, como
así también los hechos acaecidos – cuando incluso el mismo autor no era la
misma persona que cuando escribe el texto, en el caso de Cané un simple
estudiante secundario – la autobiografía no puede mostrar los hechos tal cual
fueron sino una adaptación a los nuevos ojos del autor. De este modo, el
personaje es presentado tal como el autor imagina que debe haber sido – o como
él quiso que fuera – y no como fue en
realidad ni como era visto por los ojos de los otros.
Ahora bien, como en una autobiografía el autor se
crea a si mismo ese yo protagónico no existiría sin ese texto, o sea, hay
invención y buena cuota de ficción en la construcción de este personaje por lo
que la autobiografía como tal podría no existir como género; Loureiro por su
parte en “Problemas teóricos de la autobiografía” cita a Eakin quien a través
de la psicología defiende al género pues
“’el acto autobiográfico’ es un modo de ‘autoinvención’ que se practica primero
en el vivir y que se formaliza en la escritura” (Loureiro, 4).
A partir de todo lo dicho hasta aquí ¿Es posible que
la autobiografía pueda considerarse dentro del género de la novela?
Philippe Lejeune en “El pacto autobiográfico”
analiza las distintas cualidades del género que nos ocupa y considera que la
diferencia principal entre lo autobiográfico y la novela principal, radica en
la situación del autor ya que en la novela personal aunque puede haber novela
en primera persona el uso de la misma no envía necesariamente al autor.
Por su parte, Elisabeth Bruss en “Actos literarios”
cita a Tinianov en On Literary Evolution:
La
novela, que parece ser un género completo que se ha desarrollado en y por si
mismo durante siglos, resulta ser no un todo completo sino cambiante. Sus
cambios materiales de un sistema literario a otro […] no podemos […] definir el
género de un trabajo si está aislado de un sistema. Por ejemplo, lo que se
llamó una oda en los años 1820 fue así etiquetado por Fet a partir de las
características diferentes a aquellas que solían definir una oda en los tiempos
de Conmosov. (Bruss, 65).
Entonces, ¿se puede distinguir la autobiografía de
la novela autobiográfica? Para Lejeune no hay diferencia, ya que los métodos
que utiliza la autobiografía para ser convincente al lector, la novela
sencillamente puede imitarlos. Ahora bien, como señala el autor
en
el momento en que la englobamos en el texto, con el nombre del autor inscrito
en ella, disponemos de un criterio textual general, la identidad del nombre (autor – narrador – personaje).
El pacto autobiográfico es la afirmación en el texto de esta identidad y nos
envía al nombre del autor sobre la portada.
(Lejeune 52-53)
El
papel del lector
El público de Cané, si bien como señala Pastormerlo
no es el público que lee folletines, supera a si círculo de amigos íntimos.
Hijo de un patricio que quedó en la historia de la Argentina y en su “cuadro de
honor” que intentó escribir su novela pero nunca lo logró; fue sorprendido por
la muerte unos días antes de que Miguel ingresara al Nacional Buenos Aires y
comenzara la historia que nos compete dejando entrever a la misma como una
continuidad de la vida de su padre y de su historia ahora en manos de su hijo.
El escrito que no pudo realizar en vida, nace a partir del momento de su
muerte.
¿Qué lee
entonces el lector de autobiografías y como distinguirla de la novela? La
primera goza de gran parte de ficción en su relato y la segunda puede tener
gran parte de realidad en su texto (por ejemplo la novela testimonial) esa
relación entre una y la otra, ese espacio confuso entre ambas es donde el
lector – según Lejeune – crea el “espacio autobiográfico”. (59)
Bruss a su vez afirma que no es tan preponderante el
estilo o la construcción del texto en cuestión, sino, como el lector los toma.
“Alrededor de cualquier texto” afirma “hay implícitas condiciones contextuales;
los participantes implicados en transmitirlo y recibirlo.” (64) por lo que un
acto literario debe ser identificables en sus papeles y propósitos y deben
también tener un grado de estabilidad en la comunidad de lectores y escritores.
Para concluir, podemos decir que Juvenilia es la obra que caracterizó una
década donde quedaba atrás la lucha política de construcción nacional para
afianzar la constitución de un proyecto de país que continuó por muchos años.
Este joven Cané, que venera la autoridad de Jackes y
que escribiría pocos años después su autobiografía demostrando en esa distancia
que el hombre de treinta y un años y con una importante carga pública también
fue travieso, pero a pesar de sus travesuras y fugas del internado se ajustaba
perfectamente a los criterios formados sin intentar siquiera mínimamente
cambiar la esencia de alguno de ellos.
Carga Cané esta historia de ficciones con el objeto
de dejar en claro su propósito. Cita culminando su obra “Es necesaria la
disciplina que solo se acepta en la infancia […] la emulación constante y la
ingenua curiosidad.” (1993: 78).
El
análisis teórico que hemos abordado, deja en claro el hecho de la autoficción y
de su necesidad para la construcción del personaje del autor; Juvenilia es la literatura que hace su
aporte en la construcción de una ideología que llevó a esas varias décadas
infames que le han tocado vivir a nuestro país. Esa es su construcción.
Obras
citadas
Bruss, Elisabeth, “Actos literarios” en Suplementos Anthropos 29.
Cané, Miguel, Juvenilia,
Sociedad Comercial y Editorial Santiago Limitada, Santiago, Chile, 1993.
Lejeune, Philippe, “El pacto autobiográfico” en Suplementos Anthropos 29.
Lois, Élida, “Autobiografía y autoficción en la
escritura del último Alberdi”, en Aletria
N° 2 v 20, mayo – agosto 2010.
Loureiro, Ángel, “Problemas teóricos de la
Autobiografía” en Suplementos Anthropos
29.
Pezzoni, Enrique, “Miguel Cané, Lucio V. López: las
estrategias del recuerdo” en Babel,
diciembre de 1989.
También fueron consultadas para la realización de
este ensayo los siguientes textos:
Molloy, Silvya, Acto
de presencia. La escritura autobiográfica en Hispanoamérica, “Capítulo 5
Una escuela de vida: ‘Juvenilia’ de
Miguel Cané, El Colegio de México, Fondo de Cultura Económica, México.
Prieto, Adolfo, “Los hombres del 80. Literatura y
optimismo” en La literatura Autobiográfica
Argentina.
Gracias Claudio por tu visita a mi blog y por tu regreso.
ResponderEliminarAndo un poquito retirada, pero volveré con más tiempo y nos veremos por aquí.
Un abrazo.
Eso si que es estar bien informado sobre el tema. Gracias por tu visita y un abrazo.
ResponderEliminarEn verdad que veo lo bien informado que estas, yo no estoy puesta en casi nada de lo que dices, aun así me doy cuenta de tu trabajo en esta entrada.
ResponderEliminarTe doy las gracias por tu visita a mi blog, y volveré a comentarte en unos días. Un abrazo.