Encuadrado dentro
de la literatura modernista y donde podemos encontrar ribetes de naturalismo y
expresionismo que podemos encontrarlos por su temática y formas en algunas
escenas de elevada violencia, miseria y taras sociales,
en Jarrapellejos, encontramos el
aspecto sociopolítico como una confrontación ética donde el Mal está
representado en el caciquismo, la corrupción del poder y el abuso de una
sociedad degradada; en este aspecto de la crítica social, Trigo coincide con
los regeneracionistas a pesar de no encontrarse entre sus filas. Por otro lado,
el Bien se encuentra entre los campesinos humildes y sus padeceres.
Sin embargo,
Trigo, va más allá de la simple crítica social de los regeneracionistas, e intenta explicar las causas más allá de los
efectos partir de su “socialismo individualista”. Con este oxímoron Trigo
plantea su postura política y la deja en claro en la carta a Melquíades Álvarez:
Y yo, monárquico como usted, porque creo en
la autoridad y el orden de una monarquía democrática, con sus prestigios
tradicionales, pueden ser el mejor puente de lo actual al porvenir (Letamendi
afirmó: “El progreso no es un tren que corre, sino un árbol que crece”); yo,
que sin embargo, voto a Pablo Iglesias; yo, individualista, socialista,
monárquico…tan dolorosamente aficionado a los toros como a Wagner…: yo, desde
la majestad de mi independencia de “hombre que escribe” (no de artista ni de
novelista; dejemos esto para los del castillo de marfil), en nombre de la Vida,
que no es de marfil, sino de angélica bestialidad de carne y hueso, le digo a
usted: vea sí, en dejar pasado a la historia bárbara de España el asunto de
este libro, no está todo el más urgente empeño de gobierno digno de la majestad
de un gobernante. (Trigo,
2004, 50)[1]
La cuestión del higienismo
no escapa a todo el planteo ideológico que realiza Trigo en la novela. El
inmovilismo y los prejuicios sociales de los habitantes de La Joya se ponen de
manifiesto cuando entre las rejas (símbolo del chisme) al referirse a este tema
Dulce le pregunta en secreto a Purita “¿Me quieres decir para que le sirve
tanto limpiarse a una mujer, y especialmente si es soltera?”(74). Prejuicio que
previamente presentaba una respuesta cuando tanto Purita como Orencia admiradas
por la higiene de Ernesta se planteaban que “una mujer no se lavotease y
perfilara tanto a no ser para… desnudarse con los novios…” (70).
La actitud frente a la
higiene se puede presentar como una controversia entre la civilización y la barbarie.
Por un lado, el cuidado del cuerpo del que solo se ocupaban aquellos que
provenían de la ciudad (Ernesta, Octavio, Cidoncha y el conde de la Cruz) se
enfrentaba a la actitud de desidia generada por las condiciones
superestructurales que se planteaban por el estatismo social que para Trigo era
producto del caciquismo que en la novela se dedica a criticar. Ilustra este
punto cuando a Pura Salvador la educación religiosa que le brindaron las monjas
[…], por sistema y garantía futura de
virtud enseñándola a prescindir de las limpiezas, teníanla condenada a no reir,
a esconder las manos con vergüenza, a no mover mucho el pescuezo en la gorguera
de rizados, para no lucir con los blanquetes de la cara lo sucio del cogote y
de las uñas y de los dientes amarillos… (71).
Ángel Martínez San Martín
plantea con referencia a este tema una trilogía que consiste en la educación,
la higiene y la alimentación que eran reivindicadas como urgentes entre los
escritores tanto del siglo XIX como del XX, reivindicaciones siempre plateadas
desde fuera, desde las clases superiores y para ello brinda sus motivos “primero
porque la clase que el autor conocía bien era precisamente la alta; y segundo,
por lo menos en algunos casos, para “distanciarse” y parecer lo más objetivo posible.”
(Martínez San Martín, 1983, 110). Y a continuación agrega: “Muy pocas veces nos
encontraremos […] con una queja en labios de un trabajador” (ídem, 110).
A partir de esto podríamos
confrontar ya que el hecho de que las reivindicaciones no sean planteadas por
los trabajadores o en este caso particular por los habitantes de La Joya se
debe más a la carencia de otro de los elementos de la trilogía que se planteaba
anteriormente que es el de la educación. Los habitantes de La Joya viven su
realidad como la única posible y consideran que es justa. Dominada por las
tradiciones, la religión y el caciquismo se presentan como una sociedad cerrada
y dividida en castas, donde Jarrapellejos maneja el poder como un paterfamilia, autoritariamente y según su antojo; él es según lo define Joaquín
Marco “el terrateniente” quien “participa de la degradación del campesino, y de
la delincuencia social, de la corrupción del medio – que él mismo fomenta – y
de la, en apariencia, aséptica y más alta política madrileña.” (Marco, 162)Desde
este plano resultaría inverosímil que la crítica social se planteara “desde dentro” de la comunidad por parte de
uno de sus habitantes.
Los aspectos del higienismo
y lo social están excelentemente expuestos en la novela cuando Octavio alienta
a Cidoncha a organizar la sociedad de la resistencia aunque él no podría
ayudarle “por su especial posición entre amigos y parientes” (88) pero
planteaba la conveniencia de que el régimen feudal “se empezase a quebrantar”
(88) y aportando la fórmula de pan y duchas como redentoras brindando aquí
Trigo su idea de cambio progresivo y no revolucionario que se presentó
anteriormente y agregando en boca de Octavio:
La miseria sirve para prostituir a las
mujeres y para volver a los maridos borrachos y gandules. Régimen de
servilismo, en fin, que envejece los cuerpos y las almas de pura hambre y
porquería, mal disimuladas por las cloróticas muchachas con caretas de albayalde;
y ya ves tú, porque soy un poco independiente y tengo cuarto de baño en mi casa,
y porque tú te bañas y han averiguado que se baña Ernesta, nos juzgan raros a
los tres, y a ella, punto menos que una…
Se irritó; sabía que circulaban soeces
comentarios acerca de los aseos de Ernesta, acerca de ciertos detalles de sus
íntimos cuidados, sobre todo, pues nadie, al parecer, entendía que una joven
necesitase ser tan absolutamente limpia desde el pelo hasta los pies, y
vestirse al interior con tan rabiosa pulcritud, como no fuera…”para dejarse
desnudar”, y olvidó sus dolores sociológicos, lanzándose a charlar de la
hermosa calumniada. (89
– 90)
Bibliografía
citada
Marco,
Joaquín, “Felipe Trigo y su novela socialista de clave: Jarrapellejos”, Archivum:
Revista de la Facultad de Filología, Tomo 29 – 30, 1979 – 1980.
Martínez
San Martín, Ángel, “Capítulo II: Ideología y temática novelesca”, La narrativa de Felipe Trigo, Madrid,
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1983.
Trigo,
Felipe, Jarrapellejos, Clásicos
Castalia, Madrid, 2004.